Cuando dejamos abierto sin miramientos el grifo del fregadero de casa por cualquier razón peregrina, no nos viene tan rápidamente a la cabeza que un minero ha picado carbón durante días para que una empresa lo queme en una central termoeléctrica sin apenas parar nunca de emitir gases nocivos para la atmósfera con tal de que un generador de vapor consiga mover turbinas y alternadores para producir la electricidad necesaria para que unas enormes bombas eleven desde nuestro cercano embalse el caudal necesario
para que el depósito de nuestra ciudad esté siempre lleno y genere la presión necesaria para que el grifo mane sin problemas...
Sin embargo
en la furgo somos nosotros los que tenemos que ir a buscar el agua, a veces no tan cómodamente (por ejemplo, estando varios días estacionados en una playa), tener el depósito a punto, limpiarlo de algas, reponer la bomba cuando se quema, vaciar el de residuales cuando se llena...
La furgo puede ser la excusa perfecta para que los que tienen pekes les enseñen a apreciar lo que realmente valen las cosas y lo nocivo que es desperdiciarlo sin sentido.
Lo mismo puede aplicarse a la carga de las baterías
o a la eficiencia del climatizador
o al suministro de víveres.
Un país funciona igual que una comunidad de vecinos. Pero en grande. El calentamiento global, el cambio climático, el deterioro del medio ambiente
también depende de los pequeños gestos que hacemos cada día con nuestra pequeña con ruedas. ¿Verdad?
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