Las estadísticas:
Vehículo: Mercedes-Benz
Viano Marco Polo3.2, versión 2004
Km totales: 8899
Duración: 25 días (del 24 SEP al 19 OCT 2006)
Países en tránsito: 8
Monedas utilizadas: 4 (EUR, CHF, PLZ, LTL)
Poblaciones visitadas: 74
Presupuesto íntegro todo incluído 2 personas 25
días: 4100 € (82 € persona/día combustible, comidas,
compras y extras)
El estilo:Quiero disculparme, antes de todo, primero por no
saber resumir mejor lo vivido en estos días: muchos de
los sucedidos os pueden resultar irrelevantes e
incluso obscenos; y de otro lado, por la visión
ofrecida de los lugares, las personas y las
circunstancias, que necesariamente es subjetiva,
opinable y en todo caso enfocada a nuestro modo, que
seguramente no es el mejor, pero es el nuestro.
Si alguno consigue llegar hasta el final
de
tirón, que me escriba para incluirlo, agradecido,
en mis últimas voluntades...
Hay que reconocer que la
manera de viajar que
solemos practicar
no es muy estándar. No sólo
porque moverse en camper como hacemos los foreros es
ya una opción minoritaria y hasta mal vista, sino
también porque nos resulta muy apetecible
viajar
de madrugada, sin tráfico (y sin calor en verano);
dormir por la mañana, el mejor antirrobo;
vivir las ciudades por la tarde, cuando más
ebullen;
y patearlas o entregarnos a sus
solaces cuando destilan esencia,
en la noche.¿Alguien recuerda haberse sentado en una terraza de la
Plaza de San Marcos de Venecia completamente en
soledad? Nosotros sí.
Ello tiene varios
inconvenientes: el más serio
es encontrarse muchos atractivos fuera de su horario
de visita. Hay veces que ni puedes verlos por fuera.
También el tener que tirar de
fast-food porque
los comederos decentes ya tienen cerrada la cocina.
Pero hace brillar diversas
ventajas como que
nadie te abrase con el claxon las mil veces que uno se
equivoca de carril o dirección en tan desconocidos
parajes. Y, ¿qué me decís de aparcar sin más trámite a
la puerta de cualquier cosa del centro sin que te
cueste un céntimo? O escoger el sitio en el
aparcamiento de lo que vamos a visitar al día
siguiente. Adiós a los
atascos de mañana y
tarde.
Si te dejas cosas por ver, ya hay excusa para volver
en otra ocasión. Al fin y al cabo, la joya de
cualquier pinacoteca seguirá en su sitio veinte años
después. Sin embargo, nuestros veinte años (en cada
pata) no volverán jamás. Es el momento de darle
gustito al cuerpo. Después lo demás.
La aventura:Viajar es más un concepto que un hecho. Es aventurarse
a lo desconocido, aunque se repita lugar.
Para nosotros
es coger las llaves, la cartera, y
algún manual de superviviencia. Las guías, la
comida, la ropa... ya están por defecto en la
furgo. Podría resumirse en la ingenua pregunta
de mi carnicera el día antes de empezar el periplo:
–
Oye, ¿y por qué carretera se va a Rusia?–
decía metiendo un poco de jamón de Salamanca en cada
envase al vacío.
–
Pues, mujer: por la de Valladolid...
Los prejuicios:
Los escenarios apocalípticos que nos dibujan los
telediarios sobre según qué sitios tiran a la gente
para atrás. Con lo a gusto que se está en casa...
Para mucha gente, Euskadi es un lugar en guerra al que
es peligroso desplazarse. Conozco a varios que piensan
así. Sin embargo el viaje demuestra que
en el
centro de Barcelona, Alicante o Sevilla se respetan
menos tus propiedades que en Zagreb o Budapest.
¿No seremos nosotros los peligrosos?
El idioma:Otro
acojone que aborta muchísimos viajes es
esa ensalada infame de acentos sobre impronunciables
consonantes,
oes partidas por la mitad y
zetas con cuernos. Es más el ruido que las
nueces. Con
muy poco de inglés, los dedos de la
mano y algún billete no se te
sube a la chepa
ninguna cajera de supermercado ni gasolinero. Ni
aduanero, ni camarero. Para los casos más graves
(¿quién se pone a estudiar húngaro o polaco?) bastan
unos cuantos folios con la pronunciación figurada de
unas
cien expresiones frecuentes (saludar,
pedir cosas, números, comidas, preguntar una
dirección...) que puede uno bajarse en un momento de
cualquier
web sobre el tema.
El dichoso avión:Hay sitios que no hay más remedio que alcanzar así.
Para los demás, nada puede compararse con ir viendo
cómo los lineales de los
hiper se
metamorfosean lentamente. Los yogures adquieren
extrañas formas ovales y aumentan de peso neto. ¿Por
qué los del LIDL pesan el doble que los
Danone?
Los precios del salmón ahumado se tiran en picado todo
lo que se estiran los del aceite de oliva. Y
los
panes, ¡ay los panes! Eso es la quintaesencia de
los pueblos. Quien no los va probando todos, no ha
estado en ninguna parte...
Cómo va a ser lo mismo aterrizar en Helsinki que ir
llegando poco a poco con una furgo... viendo el cambio
de luz, de tez, de acento, de vida... Un vuelo es como
trasplantar una maceta de la tundra a la selva.
O al revés...
Los objetivos:Nos proponemos
llegar de alguna manera hasta
Rusia. En la embajada nos han informado del sinfín
de trámites que se necesitan para tan sólo entrar en
el primer pueblo tras alguna frontera (pedir cita, ir
personalmente a Madrid, hacerse las fotos, pagar más
de 100 € cada uno, rellenar varios impresos, declarar
la ruta, aportar reserva confirmada de hotel...). Así
es que tenemos claro que regularmente no va a ser.
Tampoco nos importaría intentarlo con
Bielorrusia. Aunque, bien mirado, las policías en
las dictaduras tiñen sus actos con menos poesía.
Lo que sí tenemos claro es que deseamos ver con cierto
detalle algunos de los
escenarios más importantes
de la Segunda Guerra Mundial en Polonia y de la
Guerra Fría entre las dos superpotencias. Y también
nos haría ilusión empezar a visitar las tres
repúblicas bálticas por la más desfavorecida:
Lituania, la que está más al sur. Que sean ya
comunitarias nos lo pone más fácil.
La última vez que estuvimos en
Polonia, con el
viejo Renault 21, fue una fugaz incursión a los
pueblos de la frontera oeste, a la altura de Frankfurt
del Oder. Vimos caminos de cabras, mucha pobreza y
tuvimos un incidente de tráfico cuando, por hacer en
Slubice un giro que seguramente no estaba
permitido, nos retuvo unos minutos la policía.
Estamos seguros de que ésa no puede ser la imagen
correcta del país. Hay mucho por descubrir...
1 Bueno, pues el relato de este periplo comienza de una
guisa
muy convencional: despedirse de amigos y
vecinos y, a falta de retoños, darle las últimas
pasadas por el lomo a las mascotas.
Son dos gatitas de raza común europea. Es decir:
sin raza. Una muy tontorrona, fiada y cariñosa.
Parece un perro pequeño. Se llama
Elena.La otra, lista como ella sola, esquiva y solitaria.
Como ya habréis deducido, responde por
Cristina.Quizá si adoptásemos otra más, también lista y
trepadora, la llamaríamos
Letizia, con
zeta.Bien cargada de gasolina de 98 en el surtidor del
Leclerc, la más interesante de esta provincia,
ponemos proa hacia Vizcaya.
En el maletero algunos mapas de carreteras de
Polonia y de las principales ciudades porque el
disco del
navegador (el de 2005) no trae
todavía los países del Este, excepto Chequia. Y no hay
ganas de comprar por 400 € los de este año. También
hay lo que nos ha mandado por correo la
oficina de
turismo polaca en Madrid.
De
Lituania, nada. Ni planos, ni vocabulario,
ni divisas. Quién sabe si llegaremos.
En la guantera un par de
tarjetas MasterCard,
una de débito (la de la caja de ahorros del barrio) y
otra de crédito (la del RACC, que con las compras
acumula noches gratis en Paradores). Y una VISA por si
falla alguna de las otras. En efectivo, 600 € en
euros, 300 € en
zlotis polacos y 200 € en
francos suizos, encargados la semana anterior.
A los que vivís alrededor, os interesa saber que la
gasolinera del Leclerc de Miranda de
Ebro es, en las últimas comparativas, una de las
más baratas del país. Nosotros solemos
abrevarallí si usamos la zona de la AP1. Además, en la
cafetería del
hiper dan un interesante menú.
Lástima que ese día fuese
domingo porque los
dispensadores automáticos de tarjetas funcionan mal y
siempe nos rechazan las nuestras. Quizá porque no son
con
chip, las más extendidas en Francia. Así es
que nos conformamos con la del área de servicio de
Quintanapalla, cerca de
Burgos.Esta etapa de transición termina acoplando felizmente
la furgo en el garaje subterráneo de la cuñada en el
erandiotarra barrio de
Astrabudúa.A pesar de la mala fama que arrastra en general la
figura de la cuñada, ésta es un encanto capaz
de rellenar y hornear una merluza del Eroski y acabar
la jornada en animada conversación.
2 Pasar por Vizcaya siempre merece la pena. Así es que
madrugamos para ir de librerías por el casco viejo de
Bilbao, comprar algo de
lotería de navidad
por si acaso en la administración número dos del
19 de la calle Tendería. Allí hay una curiosa
colección de décimos capicúas integrales de los
años ochenta pasados.
Con alguna compra más y una rápida pasada para ver
cómo están reformando el mercado de
La Riberase nos llegó la hora de comer; o, mejor dicho, la de
hacer la comida donde la anfitriona, porque me tuve
que
currar la paella que, como pasa siempre,
pudo haber salido mejor...
Al volver en el
metro nos asalta la anécdota
del día:
un marido pasea por la Gran Vía con el
teléfono de una mano
–No, cariño, estoy aquí en Bilbao, aburrido...y bien agarradita de la otra a una
voluptuosa
rubia recién entrada en nómina.
La escena, a las puertas del ascensor del
metro, es seguida con todo el interés por una
ancianita no por provecta menos espabilada que nada
más entrar en el cajón soltó en voz alta en ese
entrañable acento bilbaíno:
–Los móviles ya son una alcahuetería.Todos nos reímos con ganas. Es así la vida.
Cumplimentada la familia y repostado y lavado el coche
en el Alcampo de
Irún, en la AP8, una
voluntariosa comercial se nos acerca al coche antes de
pasar por las cajas. Nos lo hizo tan bien que
consiguió que nos apuntáramos a la
tarjeta del
hiper, esa de los descuentos. Total, nos
viene bien para todas las veces que solemos subir de
fiesta a
Biarritz.Adonde llegamos una media hora después. En el paso
fronterizo, como casi siempre desde hace meses, la
famosa
huelga encubierta por la que las
policías hacen bastante la vista gorda a todo lo que
pasa, justo lo contario de cómo se portan en
La
Jonquera, a la otra punta de la cordillera.
Los acordes de
La Marsellesa, tal vez el himno
más bonito de los nacionales, inunda el habitáculo
durante 20 segundos. ¡Ah! Se me olvidaba decir que en
los viajes internacionales llevamos descargados en
MP3 los de los países a visitar y, en el
crítico momento de atravesar la frontera,
escuchamos el del país que nos recibe.
Es un poco
horterada, pero hace bonito.
Diferente. Es incluso emocionante alguna vez, sobre
todo al volver a España después de miles de kilómetros
fuera.
Biarritz es un destino algo subidito de precios
y siempre
glamuroso en condiciones normales. De
las que no gozaba en absoluto
un pobre
conductor ya de cierta edad que
se había
despistado en el peaje y estaba a punto de
ocasionar una carnicería.
Veamos
la situación: Éste es el plano del
enlace suroeste 4 de
Biarritz sobre la
autopista A63. En el eje horizontal se ven las
calzadas principales de
San Sebastián a
Burdeos. Esta salida es la típica que tiene una
barrera para los vehículos que circulan
en
tránsito, y otra específica para los que salen y
entran en ese punto a la ciudad.
Pues bien, por las apreciaciones que creimos entender,
el suceso debió de suceder así: un vehículo procedente
del lado
San Sebastián, tras abonar el peaje
de tránsito, decidió o bien pararse a descansar
en lo que creyó acceso a un área, o bien entrar en
Biarritz pensando que le bastaba girar a la
derecha en la primera ocasión posible. Y lo que hizo
en realidad es
acceder en dirección prohibidapor un bucle que sirve para que los vehículos que
acaban de entrar por el peaje de la ciudad accedan a
la calzada sentido
Burdeos.Por los restos de cristales que había en el suelo y la
posición en la que estaba el coche siniestrado,
parcialmente colisionado contra la mediana de hormigón
por la aleta delantera derecha, en su inocente avance
por dirección prohibida debió de encontrarse con
alguno de los coches que por su carril avanzaban
correctamente. Y trató de
esquivarloarrimándose lo más posible a su derecha. El otro
conductor, en plena aceleración y en curva cerrada,
como mucho, debió de pararse una vez alcanzada la
calzada principal y no en ese peligroso punto.
Pasados unos instantes de esta hipótesis de trabajo,
llegamos nosotros procedentes de
San Sebastiány tomamos la salida que nos conducía al peaje de
entrada en
Biarritz, puesto que no deseábamos
usar el
de tránsito hacia
Burdeos. Allí,
al otro lado del parapeto en curva vimos la situación
y no pudimos más que
avisar continuamente con el
alumbrado de carretera a unos cinco o seis
vehículos que entraban por el peaje y se dirigían
deprisa y fatalmente contra el
pastel, que casi
obstruía la calzada entera.
Antes de pagar, con excitación, avisamos en nuestro
francés de instituto a la operadora para que
cerrara las barreras y diese la alarma, cosa
que hizo en el acto. Ignoramos ya la suerte del
encontronazo de todos los que iban hacia la curva,
pero horas después, cuando abandonamos este bello
enclave de la costa vascofrancesa, nos dijeron
simplemente que
ya estaba todo arreglado,aunque quedaban restos de la batalla por el asfalto.
Cosas que pasan... Y menos mal que casi no había
tráfico...
¿Qué decir de una playa de aristocráticos palacetes,
farallones rocosos que iluminan cada noche la negrura
del Cantábrico sobre la que destaca ese
Casino
mítico rodeado de hoteles de película romántica?
Y de sus olas... no creo que haya
surferos que
no se hayan acercado alguna vez al otro lado del
imponente faro blanco, en la playa de La Chambre
d’Amour, en
Anglet.Allí hay
furgos preparadas de todos los gustos
llenas de tablas y neoprenos.
Nos gusta venir más o menos todos los trimestres a
comer por aquí. Inexcusable siempre también una visita
a la
confitería Mandion, que es sublime
en todos los aspectos.
Ya he explicado en privado a varios foreros un
lugar furgoperfecto al que siempre volvemos y
del que nunca nos cansaremos, sobre un acantilado,
rodeado de paz,
sin prohibiciones y con unas
vistas sobre las aguas de las que no se olvidan.
En él dimos cuenta de la cena mientras la lluvia se
empeñaba en atormentar la fibra de vidrio de nuestro
techo.
Vueltos a la ruta, a la altura del área de descanso de
Lacq-Audejos, en la A64, el sueño nos vence.
Comienza nuestra pernocta número 208ª en la
Marco
Polo.Estamos solos en el aparcamiento. Claro: es lunes. La
autopista suena muy a lo lejos con un rumor de tarde
en tarde. Al fondo, la cumbre del Pic du Midi. Buenas
noches...
3 Al despertar nos encontramos rodeados de familias
entregadas a sus
pic-nics. Como la envidia todo
lo corroe, hecha la compra en el
Intermarchédel siguiente pueblo grande (
St Gaudens), que
encontramos gracias a la amable colaboración de la
operadora del peaje de la autopista, almorzamos en la
furgo en un lateral de su aparcamiento con las
cumbres como fondo.
De ver la
tele, nada. La nuestra, como casi
todas en España, está adherida al sistema PAL/NTSC,
mientras que en Francia se difunde en SECAM.
Tras repostar con un buen descuento en la propia
station essence del sitio, nos enfrentamos a
un
fenómeno paranormal al volver a la
autopista: tras recorrer unos treinta kilómetros desde
donde la operadora nos había indicado,
nos la
volvemos a encontrar en otra barrera.
–Mira, ¡es la misma tía de antes!Para más confirmación,
motu proprio, la
misteriosa
piba nos pregunta si nos habíamos
apañado bien para encontrar el
Intermarché.
Invadidos por la aprensión, empezamos a temernos que,
caída la noche, nos aparezca en el asiento de atrás
como
chica de la curva diciéndonos lo de
aquí me maté yo para luego desaparecer...
Glups...
Como ya hemos ido muchas veces a
Toulouse y la
hora del atasco monumental en la
rocade(circunvalación) no acompaña, la A61, autopista de los
Dos Mares, dirección
Carcasonne, nos dice
cómeme y entramos
al trapo.A nuestra derecha, cinco años después, continúan
abandonados junto a un caudaloso Garona los restos del
terrible
siniestro ocurrido en la Fábrica de
Fertilizantes Químicos AZF a las 10:18 horas del
21 de septiembre de 2001.
Poca gente en Europa le dio importancia a este suceso
porque estaba muy reciente lo de sólo diez días antes
en el World Trade Center de Nueva York. Pero el cráter
de 30 metros de diámetro y diez de profundidad en el
suelo del hangar 221 de la planta todavía hoy recuerda
que allí
murieron 30 personas y resultaron
heridas nada menos que
nueve mil. 228 millones
de euros ha costado reconstruir todo el barrio que la
onda expansiva arrasó literalmente.
La investigación concluyó que un empleado de una
subcontrata,
por error, confundió un saco de 500
kg de productos clorados (DCCNA) con granulados de
nitratos y lo vertió sobre el
stock de
amonitratos un cuarto de hora antes. Entonces, la
mezcla se transformó en tricloruro de nitrógeno, un
gas inestable que
explota a temperatura
ambiente.Nos horroriza pensar en los que murieron en plena hora
punta
en esta misma circunvalación, que pasa a
escasos cien metros del epicentro de la tragedia
aplastados en sus propios coches bajo los
cascotes de la fábrica caídos del cielo...
Tras reposar de tanto kilómetro en el área del
Canal de Midi,una buena recreación de la vía de comunicación
acuática más importante del sur de Francia (une
indirectamente el Mediterráneo con el Atlántico),
la estampa de
Exin Castillos hecho realidad de
la doble muralla de
Carcasonne corre a lo
lejos. Pasamos
Montpellier y una cena rápida
nos repone en el área de descanso de
St Aunès,ya en la A9. En otra, con los grifos más accesibles,
rellenamos la furgo de agua. Y en la de
Montelimar, célebre por sus
turronestipo Alicante, que tiene un bosquecillo
bastante apartado de las calzadas, despachamos en el
móvil la cuenta de correo y nos acostamos sin ninguna
compañía.
4 Cumplidas las
urgencias matinales en los baños
del área, muy limpios por cuanto no es verano, al
volver al
Viano veo que tenemos casi al lado
una caravana holandesa con
bola con un
matrimonio entrado en la sexta década. De la puerta
abierta sale un
olor a café recien hecho que
subyuga.
Nos hacemos en un rato clientes del hipermercado
Géant de
Valence y de su económica
gasolinera. Y nos comemos la merluza estupenda que nos
cortó su pescadera en un área de la A7 antes de llegar
a un
Lyon con los accesos atascados.
Tenemos la intención, como la ruta hasta
Polonia está muy trillada de otras veces, de
hacer etapas largas sin entrar demasiado en
localidades conocidas como ésta: así podremos
aprovechar más días el circuito polaco.
Así es que de las dos opciones que hay para alcanzar
Ginebra, optamos por la que llaman
Autopista
de los Titanes (A40/A42), muchos de cuyos tramos
son
volados, en curva y con calzadas
escalonadas. Todo lo explican muy bien en un área de
descanso con museo automatizado, más o menos en el
punto medio.
En la siguiente, en cuanto se marchó una señora que
aliviaba los reservorios de su perro, nos duchamos en
una esquina arbolada muy
codificada. 23ºC.
En la
aduana suiza, nuestro aspecto de furgón
de carga levanta las sospechas de los agentes, quienes
nos apartan de la cola para
freirnos a
preguntas sobre origen, destino, profesión, motivo del
viaje, mercancías, aparte del control de documentos
personales y del vehículo, que no registran tras la
pronunciación de las
palabras mágicas:–C’est un camping-car.Algunos ya sabéis que las
autopistas suizas son
gratuitas y excelentes. Pero si vas a usar alguno de
sus tramos durante la estancia en el país, hay que
pegar en el ángulo superior interior del parabrisas en
el lado del conductor una pegatina que no puede
quitarse sin
autodestruirse llamada la
vignette.
Esto también sucede, entre otros, en A, H, CZ y SK. Y
en cada uno
se pega en un punto distinto, sobre
los que no voy a abundar, pero que permite la
coexistencia pacífica de los cinco
pegotes si
el viaje está pensado por toda la zona.
Mientras es esos últimos países se puede comprar la
que vale para una semana, un mes o todo el año, en la
Confederación Helvética, gente lista, es
obligatoria la de todo el año. No hay otra.
Aunque sólo vayas a pasar la variante de
Ginebra.Un guardia suizo, menos vistoso que los de Su
Santidad, que luego resultaría ser madrileño, una vez
nos soltaron sus colegas, se nos arrimó para
vendernos la de 2006 en cuanto retiramos la del
año pasado.
Y menos mal que era
enrollao en la apariencia,
porque en el fondo, tal vez obedeciendo instrucciones,
se comportó como un banquero sin escrúpulos: quiso
cobrarnos los 40 CHF de su precio, o bien 30 €, cuando
todo el mundo sabe que esos francos se consiguen
con 25 €. De no haber llevado divisas
precompradas, cinco euros hubieran sido para el
bote. ¡Cómo estudian...!
Camino del norte del país, en
Founex, en unos
unifamiliares con vistas al lago Léman, nos esperaba
un viejo amigo a cuya mesa cenamos antes de avanzar
hasta
Friburgo.En un área de descanso con una barra de gálibo que
rezaba 2 m pero estaba mal calibrada (la sorteamos
entrando por el carril de salida), pernoctamos no muy
lejos de un coche de matrícula rumana en el que
dormían hacinados un montón de ellos. El resto
de la tripulación lo hacía ¡en el suelo del WC! para
resguardarse del ralente de los Alpes.
Las botellas vacías ya de bebida del techo del auto
fue la última estampa antes de caer rendidos.
5 Como, a semejanza del
diestro de Cartagena,estábamos
tan a gustito, la mañana se dedicó a
las labores hogareñas en la
Marco Polo hasta
que la realidad nos hizo comprender que nuestro
destino no era permanecer allí eternamente.
Una comida en el el bosque de Hallenstrasse,
la prolongación de Langstrasse; un repostaje donde
la gasolina vale menos que el gasóleo;
un estacionamiento en un callejón
secreto donde
por arte de magia no está nada prohibido ni tiene uno
por qué meter monedas donde no quiere; y una visita al
ciber, fueron los siguiente pasos de una
Berna más que animada.
El que quiera saber de este lugar
furgoperfectocuando vaya por allí, que lo pregunte y se lo explico
encantado.
La pizzería familiar
Mappamondo, allí al lado,
la única de este sector que cierra
a las tantassu cocina, nos hizo el favor de darnos de cenar, sin
que destacara en especial ningún plato. Luego a patear
el Rosergarten con sus fantásticas vistas del casco
viejo.
La autopista llega a
Zurigo, la ciudad de los
bancos que todo el mundo conoce por
Zurich, por
entre enormes barrios residenciales que nos sirvieron
para llenar de gasolina. De allí a tomar el último
refrigerio del día en el Arboretum, un bonito parque
rodeado del puerto de recreo sobre el lago.
Un poco más de valor nos lanzó hasta la triple
frontera de
St Margretten, donde en diez
minutos se puede estar en
Suiza, en
Austria (
Bregenz) y en
Alemania(
Lindau).
El aduanero austricaco, con cara de
anuncio de
sierras de calar de Leroy&Merlin, se desadormiló
con retraso (casi pasamos sin detenernos). Miró de
reojo los
deneíes, pensó que ser español era
sinónimo de
cachondeo y añadió con sonrisita
pícara:
–¿Qué? ¿A la Oktoberfest, no?
–Pues no. Vamos a Lituania.
–¡A Lituania? ¿En coche? ¡Uf! Bueno,
bueno...Luego pronuncié el conjuro mágico para evitar el
registro:
–Das ist eine Wohnmobil– y
el sapo se
convirtió en príncipe de repente, como en el
cuento de
Blancanieves: Nos despachó en un
instante.
La dichosa
Oktoberfest es un sarao
multitudinario al que se entregan los muniqueses
durante quince frenéticos días, con sus noches, llenos
de etanol, desde el último fin de semana de cada
septiembre.
Como en
Baviera, destilado puro de la
Alemania del sur, Andalucía centroeuropea en su
estado esencial, hace todavía bueno durante las horas
de sol, prolongan el gozo del verano en una especie de
Feria de Abril sin farolillos, pero con
galernas de cerveza, salchichas y repollo ácido.
Como ya habíamos estado un par de veces en
München, a la que, con gran acierto
etimológico, llaman los italianos
Mónaco di
Baviera, agotada ya la vista por tantos faros
circulando en sentido contrario, nos paramos a dormir
en
Wangen im Algau, en el coqueto aparcamiento
del templo de los testigos de Jehová, de cuidados
parterres florales.
6 La tranquila vida de barrio con niños volviendo del
cole, señoras peripuestas con tacones pero
llevando su compra en la cesta de la
bici, y un
tímido sol que nos ha ahorrado casi todo el viaje el
encender la calefacción independiente, nos hizo volver
a la carga.
Concretamente a las cargadas autopistas A96 y A7, con
varios tramos de
retenciones por obras y
sentidos únicos. Lo bueno de conducir
vehículos–vivienda es que cuando el tráfico te
toca
los webs, tú te paras y haces vida normal. Sin
estresarse.
Lo que hicimos fue comer cerca de
Ulm, patria
chica de don Alberto Einstein, la de la catedral de
única y bellísima aguja que puede verse desde
kilómetros a la redonda.
Descansado también el cuerpo en otras áreas y ya casi
a las puertas de
Nürnberg, empezamos a darnos
cuenta de que lo ventajoso en esta región es darle de
beber al motor donde esté la marca
Aral, unas
gasolineras completamente azules.
Lo primero que nos pillaba de paso fueron las inmensas
explanadas Zeppelinfeld, de contornos
inacabados, donde se celebraban durante el auge del
partido nacionalsocialista alemán en los años 30
pasados sus multitudinarias concentraciones de hasta
cien mil personas.
Ahí, en quizá la más
típicamente alemana de las
poblaciones,
patria de otro Alberto, el
pintor Durero, cuya
casa se conserva,
algo así como la
Castilla la Vieja germánica,
se daba el perfecto caldo de cultivo para la
exaltación de aquella ideología proaria, patriótica y
fascista de batallones alineados.
En esta plaza también, acabada la última gran
conflagración mundial, se sentenciaron por un tribunal
internacional los crímenes de guerra cometidos por el
gobierno nazi en el famoso
Proceso o Juicio de
Nürnberg (1945–1949).
Tuvimos suerte estacionando en un aparcamiento
cubierto
en silo en el mismo centro de la
ciudad, de ésos que parecen oficinas por fuera
y por dentro tienen coches con sus humos bien
ventilados.
Lo que más sorprende aquí es el hecho de que, siendo
una ciudad de más de medio millón de habitantes,
moderna y extensa,
conserve intactas sus
murallas y las integre como un todo en la
estructura urbana.
Por más que era noche de viernes, la animación
callejera encubría ya restaurantes alemanes con la
cocina cerrada. De nuevo hubo que recurrir en el 51 de
Königstrasse a una mesa napolitana. Comida rica, trato
familiar y estilo bromista:
–La cartina è rubata! è rubata!– decía el
camarero cotejando el DNI como de coña.
–Tú no eres éste de la foto. Y la tarjeta es
robada– gritaba mientras sonreía...
Porque fuera de España todos se extrañan de que
aquí sea más o menos obligatorio de exhibir
junto a la tarjeta en los pagos. Ambiente
simpatiquísimo el de este garito llamado
Cucina
Italiana, de tiramisú cremoso como pocos.
El deambular de sitio en sitio nos hizo toparnos,
aparte de con montones de vidrios que habían tenido
vodka horas antes,
con este ejemplar de
IVECO turboDaily 4x4 en
una calle oscura :
Las A9 y A72 nos acercaron rápidamente hacia
Taltitz, y, como todas las zonas de descanso
estaban invadidas de camiones, hubo suerte y junto a
la salida 5 encontramos en la carretera paralela B173
un tranquilo aparcamiento frente al lago.
7 Hoy
toca rellenar las bodegas. De forma que el
cercano centro comercial
Elster Park, en
Plauen, nos viene
al pelo. El hall es
como cualquier otro, pero las enormes salchichas
blancas braseadas hacen de actores protagonistas en un
puestecillo atendido por dos
bravas bárbaras
bávaras.Así es que nos ahorramos hacer la comida con esos
bocados chorreantes de
salsiki y otros cócteles
especiados.
De lo que no nos libramos es de buscar una esquina
apartada en el aparcamiento, dotada de sumidero, para
evacuar el agua de la que en quince minutos pasó a ser
la
primera colada del recorrido.
De esa forma íbamos a aprovechar la longitud de la
etapa de hoy para tender la ropa en la
barra
interior. El aire forzado entre las ventanillas
traseras y la velocidad harían el resto.
En la gasolinera de
Chemnitz nos rechazan por
primera vez la tarjeta MasterCard. Suerte que salió al
quite, airosa, la VISA: Siempre hay que llevar
rueda de repuesto.El imponente
busto de Carlos Marx hecho en 1971
por Lew Kerbel en granito de Ucrania (la ciudad se
llamó entre 1953 y 1990
Karl-Marx-Stadt) de
casi 13 metros de altura nos recibe en el más céntrico
de sus bulevares con la celebérrima última frase del
Manifiesto Comunista: ¡Proletarios del
mundo, uníos! escrita en varias lenguas (en
castellano, no).
Es una ciudad típicamente del racionalismo socialista
del Este: grandes
colmenas de edificios
comunitarios a lo largo de anchas avenidas, corte
industrial, apabullante transporte público, nada de
atascos y escasa vida en la calle.
Un poco de
comida rápida y mala nos ameniza la
estancia. La frontera polaca ya está cerca, a la
vuelta de la autopista que en unos minutos nos deja en
el paso de
Görlitz, con algo de colas.
El oficial de aduanas nos dirige un escueto bisílabo
extendiendo una mano con el índice vendado:
–Passport!Y aprendemos la lección del día: ¿A que no os
imagináis
para qué son en la parte trasera inferior
del DNI todos esos angulitos que hay junto a la
expresión ID ESP?
Pues muy fácil: al pasarlo como si fuera una 4B por un
lector de tarjetas, a los
polis les aparece
toda nuestra ficha en la pantalla y ven en un
periquete si tenemos alguna cuenta pendiente,
en letras blancas sobre fondo oscuro. Se deja de
dormir esa noche en la furgo si se tiene la mala
suerte de que un juzgado nos haya dictado una orden de
búsqueda y captura internacional.
A continuación la tirita hizo desde dentro de la
garita un barrido imaginario que comprendía toda la
longitud del vehículo: Inequívocamente el
pavopedía el permiso de circulación. Cuya matrícula
tecleó. Tensa espera. Más tensa aún cuando un
congénere nos indica que nos apartemos de la cola y
nos situemos en diagonal un poco más adelante.
El suspense acabó rápidamente cuando
el botonesse acercó a devolver todos los papeles juntos y apartó
una valla. La mirada lo dijo todo:
podéis entrar
en Polonia.Un precioso himno nos llenó el pecho de alegría.
Aunque tienen previsto acabarla, desde la frontera
hasta la autopista transilesiana se acaba la vía de
alta capacidad. Una infernal carretera abarrotada de
madrugada (imaginaos a media mañana) era todo lo que
se ofrecía. Cinco metros de calzada sin arcén,
baches como simas y camioneros con prisa
chisporroteando en el retrovisor.
Si las carreteras checas están salpicadas de pequeñas
casitas de madera acristaladas ofreciendo
vulvas
receptivas a precio convenido, las polacas lo que
tienen son restaurantes de
cocina caseraabiertos –atención– ¡
24 horas!
Habéis leido bien: empanadillas de la abuela (pierogi)
y sopas de harina ácida (zúrek)
non-stop. De
humildes chozos con dos coches a la puerta y manteles
de cuadritos a desarrollados
holdingsabarrotados de
trailers. Hay de todo. De
aparcamientos de barro a esmerados asfaltos rotulados
para minusválidos.
En uno de los primeros entramos a dormir con ese
recelo de novatos en las peligrosas áreas fronterizas.
El soniquete de la lluvia, irregular, llenaba de gotas
juguetonas el techo solar.
No había mafias a la vista. Sólo el tintineo de
cientos de velas encendidas en el cercano cementerio
de
Czerna.8 La pereza nos junta el desyuno con la comida en un
típico e improvisado
brunch dominical, todavía
bajo el aguacero que no cesa.
En la
Polonia rural, del terruño, en las
entradas de infinidad de pueblos hay una
cruz
iluminada de candelas, floreada, venerada por pías
mujeres. Unas son sencillas, otras barrocas hasta el
paroxismo; unas abiertamente
kitsch y de
proporciones humanas, otras inmensas, descomunales,
geométricas, como ésta de
Wilczy Las, que
conmemora el último año jubilar:
En alguna travesía de las primeras localidades vemos a
la que aquí se llama
Policja recetando
medicamentos de bolsillo o cotejando bastidores a los
numerosos agentes de compraventa de coches alemanes
que, provistos de su permiso C+E, llevan y traen en
remolques turismos sin matricular para su
reventa
en Polonia, donde, por cierto, ser pillado con más
de 0.0 mg/l de alcohol en sangre es un
delito penal
que comporta la inmediata detención y la puesta a
disposición judicial. No se andan con bromas.
Comprarse un
Ibiza es pan comido. Ahí lo veis:
setenta euros al mes tienen la culpa...
La autopista transilesiana fue construida, igual que
la de
Pomerania, al noroeste, en época del
Tercer Reich. Ya sabéis que una de las obsesiones del
nazismo era ampliar el espacio vital que
Alemania necesitaba para realizarse como
nación: lo que se denomina
Pangermanismo.
Polonia estaba entre estos planes de
anexión, igual que pasó en el Sarre, en los Sudetes
checos o en Austria.
Por eso esta vía era un eje vertebrador para el
desarrollo y explotación de
Silesia, que forma
una especie de polígono escaleno imaginario llamado el
triángulo sulfúrico, comarca con alta
contaminación ambiental por la explotación de mineral
de carbón y los vertidos de la industria pesada
colateral. La minoría alemana de estas comunidades
está presionando bastante para que los principios
ecológicos se respeten también aquí.
Todavía pueden verse no sólo el trazado original de
las calzadas sino también imponentes obras de fábrica
de hormigón de estilo rectilíneo, decoración a
casetones y formas puras que suele empapar las
construcciones de los regímenes totalitarios. Además,
van pintadas ahora en
el color nacional: el
verde clarito.Ya sabéis que cada país tiene un color nacional
oficioso. No está escrito en ninguna parte, pero se
sabe que es el color nacional. A ver: ¿de qué color es
siempre la lona que envuelve los variopintos bultos
que los marroquíes llevan en las bacas cuando
atraviesan la península ibérica? Pues azul claro.
Siempre. ¿Y las furgonetas de carga en Portugal? Pues
beige. Siempre beige. ¿Y muchísimos de los utilitarios
y vehículos oficiales en Francia? Pues azul eléctrico
chillón.
Bueno, pues en Polonia es el verde agua, de
tono
pastel. Si exceptuamos el color de lo que aquí se
denomina Otoño Dorado Polaco, que es de antología:
Lo malo de esta autopista, como de casi toda la red
viaria polaca es que
no existen los arcenes en
la plataforma. A cambio, en las mejores carreteras,
como ésta, hay un ensanchamiento de emergencia cada
kilómetro y medio.
Lo llamamos autopista por utilizar una palabra
convenida, pero lo mismo te aparecen puestos de
venta de setas a la derecha que un inesperado
semáforo o señal de STOP
sin preavisar. En las
carreteras convencionales hay carros, tractores sin
pirulo giratorio amarillo-auto... en fin, una
locura para el que va por primera vez.
Tanto en las calles de las ciudades como en las
gasolineras, hay
cabinas prefabricadas de WC en
el color nacional. Apestan al entrar porque la
ventilación es sólo por convección natural a rejillas,
y el agujero de la letrina, sin tapa, deja ver cual
registro de la propiedad, todas las cargas infectas
sin las que sus titulares salieron más aliviados en
veces anteriores. Un asco.
La puerta de la que hay en la estación de servicio
antes de entrar a
Wroclaw (antigua
Breslau), seguramente con el pestillo mal
cerrado, fue abierta por un camionero que sorprendía
así,
entrando a matar, a una avergonzada señora
mayor. Las disculpas que le pidió después no fueron
suficientes para que, a la vista de toda la numerosa
concurrencia que allí estábamos, la pobre mujer se
fuera corrida y cabizbaja de vuelta hacia su coche...
Para entrar a la ciudad había unos tres km de atasco
que con paciencia fuimos sobrellevando. En estos casos
de ciudades desconocidas, hasta viene bien porque vas
repasando el mapa y no te saltas ninguna
intersección.
Llegando a los primeros semáforos de las avenidas
vimos el importante
cementerio de militares
polacos caídos en la guerra 1939–1945 defendiendo
su independencia. Y allí nos paramos:
La ocasión la
pintan calva.Hay fortuna y el primer
aparcamiento
subterráneo céntrico que se nos cruza es bueno,
bonito y barato. Está en la calle Antoniego. Dos
metros de gálibo, a dos pasos de la plaza mayor, dos
gorilas a la puerta y 0.80 € la hora. ¿Alguien da más?
Por toda la ciudad se exhibe estas semanas el último
éxito de mi paisano. Somos nacidos casi en el mismo
pueblo.
Y por los suelos, en inesperados rincones de las
calles aparecen
pequeños gnomos de broncerecostados dando una atmósfera de hadas madrinas.
Muy interesante el ambiente de su antigua universidad,
pero también muy acusada la
religiosidad de la
juventud: nada más salir del
parking nos
topamos con una iglesia, a la que entramos asomando
tímidamente
la patita, en el crítico instante
en que salía el cura al presbiterio. Es rarísimo cómo
suena en polaco lo de
En el nombre del
Padre..., y más raro, o quizá más integrista, es
verlo de espaldas a los fieles,
como antes del
Concilio Vaticano II. La feligresía, lejos de ser
beatas a punto de entregar sus almas por la edad, es
tremendamente joven y no ahorra en devoción ni en
genuflexiones por todas partes.
Decididamente,
Polonia goza de una excelente
salud religiosa. Mientras que el que gozaría en
Wroclaw es el mismísimo Gallardón: las calles
están abiertas en canal para la extensión de la red de
tranvía de piso bajo de última generación y la
urbanización de muchas arterias.
Pero ello no desmerece: el sitio es una lección de
¡
cien puentes! sobre innumerables islotes y
penínsulas
y bellos espacios medievales.
Desahogamos los bajos instintos en uno de esos
Pizza Hut que no son como los españoles
normales, sino que se parecen más bien a los
VIPS o a los
GINOS, con mesa, mantel y
alargada hora de cierre.
Una pareja enamorada comienza también sus copas en la
mesa de al lado con una rosa roja de por medio y
gestos de complicidad.
Ella, al rato, comienza un largo discurso en esa
críptica fonética que seguramente no descifraremos
jamás, pero con un tono que sí es común al de todas
las lenguas: el de contar algo importante.
En ese instante él saca los ojos de las órbitas como
interrogando y se pone las manos tapando la cara. Los
codos transmiten a la mesa toda su pesadumbre.
La escena es tensa. Muy tensa durante inacabables
minutos por los que las pizzas y platos de pasta de la
mesa continuan su lento devenir hacia nuestros
interiores. Hay malas caras, reproches. Luego la cosa
se apacigua, se unen las manos, se enternecen las
miradas.
Por un momento él queda solo, con la mirada perdida. Y
es que, claro,
en Polonia el cuarto supuesto de
interrupción voluntaria no es legal.El estado es demasiado católico todavía. De ello se
quejan los diputados laicos en el parlamento.
Bueno, a lo mejor no era así y le estaba contando ella
que el injerto del naranjo con la
sanguina no
había salido bien después de tanto esfuerzo... ¿Quién
sabe?
El barrio de la universidad, la península de la
catedral, los puentes colgantes sobre el
río
Oder, que aquí se llama Odra,
y un ameno recorrido por el centro nos dejó de nuevo
en el punto de partida.
De allí nos marchamos por la A4 adelante hasta donde
pudimos. El tranquilo y pequeño aparcamiento de un
centro de bricolaje en
Gogolin, un poco más
hacia el sureste, soportó el último giro del día de
nuestros neumáticos.
9 Escupía niños el cercano colegio junto al supermercado
del pueblo, no por pequeño menos aprovisionado y
económico. ¿Alguien ha visto
en España los paquetes
de chicles Orbit a 0.20 €? Pues allí
hicimos el
agosto: somos comedores compulsivos. Nos llevamos
una tonelada.La misma cantidad, pero de cinta adhesiva de doble
cara a mitad de precio que aquí cayó en el centro de
bricolaje.
Flores por las aceras y la mitad de los vecinos de
toda edad moviéndose en bicicleta nos dejaron un buen
sabor de boca al abandonar este rinconcito de
Silesia. Encantador y de ambiente muy alemán,
como sucede en la cercana
Opole. No parece
Polonia sino un barrio de
Berlín.Camino de
Gliwice por la misma ruta adelantamos
a los compañeros del
Dioni que desplegaban un
convoy de más de trescientos metros compuesto de
vehículo blindado seguido y antecedido en total por
seis vehículos atestados de
polis con gafas
oscuras y rectos mentones. De comienzo de película
americana de atracos gordos. O de
007 Misión en el
Este. Bonito de ver desde un helicóptero. Cuando
abandonamos por la salida de nuestro destino, ellos
continuaron a 70 km/h hacia el sureste. Algo más que
calderilla llevaban. O a lo mejor eran dos maletines
de plutonio... Si no, no se va armado hasta los
dientes.
No demasiada gente, fuera del cuerpo de historiadores
y forofos del tema sabe que a las
ocho de la tarde
del 31 de agosto de 1939, la víspera del comienzo
de la Segunda Guerra Mundial, dos personas disfrazadas
de insurgentes polacos, entre ellas un agente secreto
nazi, Alfred Naujocks, irrumpieron en esta emisora de
radio (
Radiostacja) en las afueras del pueblo,
entonces alemán, y tomó por la fuerza las
instalaciones. Después emitieron por radio la frase:
¡Atención! Aquí Gliwice. La emisora está en manos
polacas.Ello, oficialmente, supuso la gota que colmó el vaso
de las ganas de Hitler de iniciar la invasión del
país. Se conoce esta acción como
La Provocación de
Gliwice. Pero parece ser que simplemente fue un
plan orquestado desde Berlín para precipitar el
comienzo de la contienda echando la culpa a los
polacos.
Lo espectacular de esta torre es que,
con 111
metros de altura, está íntegramente construida en
madera y permanece en perfecto uso desde entonces.
Ahora se emplea, además, para la repetición de
telefonía móvil y televisión.
En las calles que rodean a la que aquí se conoce como
Torre Eiffel de madera, no hay más negocios de
comida que la modesta pizzería
Radiola,llevada con parsimonia por tres particulares paisanas:
Bárbara, que seguramente tenía algún retraso,
es una rubita guapa a falta de depilar su labio
superior. Nos recibe con el local vacío envuelta en la
distancia corta en un aliento
al paso intermedio
entre la uva y el vinagre, pero con la mejor
voluntad de entender nuestras cuatro palabras de
polaco, folios en mano. De inglés, ni hablamos.
Pasados unos minutos llegaría un vecino, con modos de
camionero, para coquetear con ella en clave de chica
fácil. En vano. Ella decía a toda propuesta que no.
Igual que
yemeníes en un pueblo de Cuenca, así
éramos de novedad los que venimos de
Hiszpanjaen los arrabales de
Gliwice. Al principio Bárbara se nos sentaba a la mesa con
sonrisas
de alterne y ojos vidriosos. Y era
gracioso. Luego resultaba agobiante. De hecho,
Beata, la segunda chica, la más normal de
todas, que llegó un poco más tarde a ayudar en cocina
le decía de vez en cuando algo que sonaba así:
–Posza!, posza!y que traía como consecuencia que ella se levantara de
nuestra mesa para ponerse a hacer otras cosas,
mientras
Anita, la tercera, la que amasaba con
soltura las pizzas que acabamos comiendo, y que
chapurreaba algo de alemán, saliera de vez en cuando a
la barra ¡
a ponerse a bailar!, a no menos de
120 decibelios, la canción que está en el
top
ventas estas semanas en
Polonia: Just me
good to me, de
Karmah, y que ya no nos
abandonaría en el dial de la radio de la furgo en todo
el periplo.
Por cierto, seguramente por la llanura del país, no he
visto lugar donde funcione mejor nuestro RDS.
La comida estuvo buena, pero el ambiente era
decididamente para escribir un libro de psiquiatría
clínica.
De vez en cuando pillábamos miradas cómplices a Beata
y a Anita, de muy
buen rollo, como de
taberneras enamoradas, y referencias a los tópicos más
fuertes del ser español. Ya sabéis: la fiesta, Antonio
Banderas y todo eso...
Como no servían postres, tomamos un café de puchero de
gusto requemado. Lástima que la cámara estuviera en el
maletero y no pudiéramos retratar la taza en la que
quedó un sedimento de
posos de ¡dos
centímetros! (lo juro) de profundidad.
Mil años que viviéramos, no olvidaríamos nunca aquel
lugar.
Como el mapa de carreteras de
Planeta-De
Agostini, sin ser malo del todo, no estaba
actualizado, ni mucho menos, compramos por 10 € otro a
escala 1:200000 en el modernísimo centro comercial
Plejada, de
Bytom, muy cerca de allí.
También repostamos en clave
Carrefour en pleno
centro de la cuenca minera de
Silesia, entre
transportadores industriales de carbón, acerías
obsoletas, olor a SO
2, sucios trenes de
mercancías avanzando lentamente y una maraña de
pasos a nivel sin barreras, de ésos en los que
uno no sabe por dónde le va a venir el tiro.
Y nos vino de perlas porque gracias a la interesante
escala de los planos urbanos conseguimos encontrar,
tras perdernos durante más de una hora por los sucios
barrios de
Chorzow, el
ciber que
buscábamos. Allí nos extasiamos durante un rato bien
largo sin temer por la furgo aparcada a la puerta, a
pesar de ser un suburbio degradado, sin luz en las
calles, ni distinción entre aceras y calzada, con
corrillos de gente a las puertas y la vida latiendo
asomada a las ventanas ...
Estábamos tranquilos por el sucedido que nos acababa
de pasar:
Cuatro hombres, con pinta de prejubilados mineros,
estaban sentados a la puerta de un bar, mirando cómo
pasaba la furgo despacito. Cuando no te cuadra lo que
ves en el mapa y en la realidad, se va despacito. Me
acababa de
saltar por despiste una señal de
dirección prohibida (la típica calle que a partir
de la mitad ya no es de dos sentidos) y empezaba un
tramo curvo, sin visibilidad.
De repente nos empiezan a hacer gestos con los brazos,
diciendo algo que por supuesto no entendimos. Pero
estaba claro que era
mejor no avanzar.Instintivamente hice una maniobra evasiva, como de
trompo a cámara lenta, metiéndome en el
entrante de un garaje y cambiando el sentido, como
simulando que salía de él. ¡Y qué bueno fue!
En dos segundos
apareció la policía por la
revuelta, a la que, por su posición en la curva,
ellos sí veían. Fue todo un detallazo que les
agradecimos. Polonia está llena de gente maja. Como se
verá después, un suizo no habría hecho lo mismo...
¿Qué mejor sitio para aparcar sin preocupaciones?
Nos echaron de comer en el
Mc Drive de la
circunvalación casi a la hora de cerrar. Y sólo nos
dio más tiempo para lavar en coche en el túnel de
BP y llegar hasta
Rajsko, la aldea más
cercana a los
campos de concentración de
Auschwitz/Birkenau.Allí nos desconectamos al arrullo de un ladrido
apagado por la madrugada.
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