Desde hace poco está llegando la moda de los
formatos grandes (económicos y también más ecológicos porque reducen residuos) también al mundo del
papel de cocina.
Es muy frecuente ver ya el
rollo gigante en muchos supermercados.
La manera más sencilla de
adaptar nuestros portarrollos normales a esta nueva talla es la siguiente:
Nos hacemos con estos
materiales (de izquierda a derecha):
– Cinco
abrazaderas monoblock para tubo de 18 a 22 mm ø
– Dos segmentos de
tubo de acero galvanizado (el de las instalaciones eléctricas) de 18 a 20 mm ø y 60 mm de largo
– Un segmento del mismo tubo, pero de 120 mm de largo
– Otro segmento de lo mismo, en 270 mm de largo
– Un segmento de
varilla métrica roscada (las venden por metros) de 6 mm ø y 125 mm de largo
– Dos segmentos de la misma, pero de 80 mm de largo
– Una lija de
lanas de acero
Y empezamos
roscando las tres varillas a otras tres abrazaderas, pero
rellenando la parte hueca del extremo con cualquier masilla
bicomponente que se pondrá como una piedra en unos cinco minutos. Con eso evitaremos que al roscar la contraria el tornillo se nos mueva.
Luego
enhebraremos los tubos en proporción a la longitud de las varillas,
de forma que las dos más cortas
se cierren con otras abrazaderas roscadas,
mientras que la larga la remataremos
taponando el extremo abierto con más masilla que hará al tornillo prisionero al fraguar.
Así habremos creado los dos
sostenes y el
freno para que el papel
no se desenrolle con los vaivenes de la marcha.
Puede ponerse en ese lado de la barra perfectamente e incluso será operativo para cuando el rollo sea más delgado o usemos uno estándar.
Sin embargo, me parece
más estético y que favorece mejor la
frenada del rollo con la inercia esta disposición trasera:
Además,
no nos interferirá en absoluto la
apertura de la tapa de la nevera.