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Autor Tema: Pegaso  (Leído 3730 veces)



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Pegaso
« en: Dom, 11 Septiembre 2005, 11:50:10, am »
Fruto de la pasión por el automóvil

Sólo queda una treintena de los 86 coches producidos en la planta de La Sagrera.
De ellos, 11 se exponen en Barcelona

ESTEBAN DELGADO / MANUEL DOMÉNECH

La historia de la Empresa Nacional de Autocamiones (ENASA) fundada por el Instituto Nacional de Industria (INI) empieza en 1946, cuando Wifredo Ricart, entonces director de su Centro de Estudios Técnicos de Automoción (CETA), aceptó el reto de fundarla como responsable de su planificación general. Para Ricart ese encargo suponía sentar la base de una industria automovilística nacional en un momento de total aislamiento económico y político de España.



Las necesidades del régimen franquista eran primarias: camiones, tractores y tecnología de aplicación civil y militar, y por eso ENASA tuvo muy claro desde el principio cuál era su cometido. Pero Ricart no se conformó nunca con esa mediocridad de miras y creía que era el momento de aplicar la capacidad profesional de las jóvenes generaciones de técnicos españoles en proyectos de mayor envergadura.

Pero Ricart necesitó algo más que don de gentes para lograrlo. La ocasión se le presentó cuando el almirante Suanzes, a la sazón director general del INI, le propuso reconstruir la industria española de automoción partiendo de la extinta Hispano Suiza.
 
 


 
 

 
WIFREDO P. RICART
Creador de los PEGASO
 
 

 
 WIFREDO P. RICART

Un ingeniero de carácter persuasivo

Nació en Barcelona en 1897, donde murió 77 años más tarde. Fue un hombre con un sentido nada frecuente de la excelencia que estaba dotado de un carácter persuasivo y un gran don de gentes, lo que le permitió convencer al Gobierno de Franco para que la empresa que dirigía, ENASA (Fábrica Nacional de Autocamiones, S.A.) construyese automóviles deportivos capaces de rivalizar con los Alfa Romeo, Ferrari y Maserati de la época. Comenzó su actividad profesional en Barcelona, como director de talleres de la compañía Vallet Fiol, distribuidora de los coches Hispano Suiza.

En 1920 formó la Sociedad Anónima de Motores Ricart-Pérez con Francisco Pérez Olaguer, para desarrollar propulsores de uso industrial. En 1926 disolvió esa sociedad y, movido por su pasión por la competición, fundó la empresa Motores y Automóviles Ricart. Ese mismo año presentó en el Salón de París un turismo de altas prestaciones con soluciones de vanguardia insospechadas para la época. Pero la falta de solidez económica le impulsó a entrar en sociedad con el industrial Felipe Batlló y Godó, ya fabricante de automóviles. La nueva empresa se llamó Industrial Nacional Metalúrgica, y hasta 1930, cuando se disolvió, siguió fabricando sus diseños bajo la marca Ricart-España.

Tras intentar colaborar con la marca Elizalde, realizó trabajos de consultoría técnica hasta el estallido de la Guerra Civil, que le sorprendió en Milán. Gracias a su amistad con el director de Alfa Romeo, Ugo Gobatto, entró en la marca como consultor externo, pero poco después ya era jefe de Estudios Especiales. En 1940 fue nombrado director de los Servicios de Proyectos y Experiencias y responsable de competición, donde tuvo como colaborador –y rival– a un tal Ferrari. En 1946 aceptó el encargo del INI para fundar ENASA... y ahí empieza la historia. 
 




























« Última modificación: Dom, 11 Septiembre 2005, 11:59:26, am por luis-da »



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Re: Pegaso
« Respuesta #1 en: Dom, 11 Septiembre 2005, 11:58:04, am »
Pegaso en competición

 

DE LA «BERLINETTA» GRAN TURISMO A LOS SPYDER DE COMPETICIÓN

Montecarlo, 1.º de junio de 1952. Una agitación desacostumbrada trastorna desde hace varias horas el implacable cometido de periodistas y fotógrafos. Pegaso acaba de protagonizar todo un alarde de entusiasmo, escogiendo para su debut absoluto en competición el más comprometido de los escenarios: el Gran Premio de Mónaco, excepcionalmente disputado bajo la fórmula «Sport más de 2 litros» en esta singular edición. Pero aquella fabulosa mecánica que tan sólo ocho meses antes deslumbraba al mundo entero durante su apoteósica presentación internacional en el Salón de París, rehúsa ahora concretar su auténtico potencial sobre las tortuosas calles del trazado monegasco. Rostros sombríos en los «stands» hispanos




La Rabassada, 17 de mayo de 1953. Primera carrera y primer triunfo de Pegaso. Pilotando temerariamente cabellera al viento el herioco Spyder «Rápido» BS/2.8 con  compresor. Joaquín Palacio batirá todos los records de la popular prueba catalana, situándose el «Cangrejo» de Celso Fernández en el segundo puesto absoluto con el mismo tipo de motorización

Toda la voluntad de Juan Jover y Joaquín Palacio no consigue enjuagar los estragos de una puesta a punto aún precaria y una estabilidad a todas luces por desarrollar. Wifredo Ricart no titubeará en confirnar al día siguiente el cauteloso «forfait» de las sorprendentes «berlinettas» españolas, absteniéndose de participar en una carrera materialmente aplastada por los infatigables Ferrari 225 «S» de doce cilindros, con victoria final para Vittorio Marzotto, justo por delante de Castellotti.

De acuerdo con las reiterativas manifestaciones del ingeniero Ricart, y en contra de lo que tantos y tantos equivocadamente pretendieron, la vocación genuina de los automóviles Pegaso debía situarse lejos de las pistas de carreras, de la ansiedad febril de los circuitos.

Las «berlinettas» Z-102 respondían admirablemente a la más pura definición del vehículo «Gran Turismo» por excelencia. Pero la discriminación radical entre las nociones «Carrera» y «GT» se antojaba en aquella época tan compleja y sumamente ambigua, que la eventual proyección hacia los dominios de la competición constituía, con frecuencia, una encrucijada tarde o temprano inevitable.

Los Pegaso suscitaron desde el primer instante un interés extraordinario. La depurada concepción de los Z~102 se adelantaba de forma contundente más de 15 años a su propia época, considerándosele universalmente como el deportivo más perfecto de cuantos se hubieran llegado a fabricar. ¡Y el más rápido!

Su majestuoso propulsor V8 con cámaras hemisféricas y cuatro árboles de levas conjugaba sin duda un argumento cautivador. Un diseño «sin precedentes». Tan sólo un Mercedes Benz, algunos Miller, y más recientemente CTA Arsenal, habían llegado a estructurar con anteriondad una arquitectura semejante... siempre bajo las más estrictas imposiciones de la competición.

El Pegaso nunca pretendió ser un «pura sangre» disfrazado de Coupé. Todo lo contrario. Se trataba de un diseño más que robusto, específicamente calculado para afrontar sin titubeos las demoledoras calzadas de una España en plena posguerra. Pero su proverbial solidez se traducía sobre la báscula, como es natural (y en particular sobre las pnimeras versiones con carrocería de chapa realizadas por ENASA), en un peso descaradamente superior en comparación directa con otros vehículos extranjeros de su estilo concebidos para un empleo exclusivo en los circuitos o en carreteras con impecable asfalto.

El debut prematuro en el G.P. de Mónaco no fue más que un ensayo general con miras a una aleatoria participación en Le Mans una semana más tarde. Participación que la perspicacia de Ricart optaría por aplazar hasta el año siguiente, para consagrarse en cuerpo y alma al desarrollo de diversas versiones oportunamente adaptadas a los rigores de la competición, respetando siempre que fuera posible los principios básicos de la línea Z- 102.

Pese a la reducción notable de peso que a todas luces trajo consigo el empleo indiscriminado de carrocerías de aluminio, y con la salvedad lógica del famoso «Bisiluro», las sugestivas barquetas de competición siguieron adoleciendo de la mayor parte de los defectos congénitos comúnmente imputados a los «Gran Turismo» de la gama Z-102: un comportamiento tremendamente sobrevirador, distancia entre ejes poco recomendable para determinado tipo de prestaciones (de ahí la acusada tendencia sobreviradora) y una capacidad de frenada. alarmantemente limitada. Aspectos éstos que, si bien deslucían las auténticas posibilidades la máquina en determinado tipo circuitos, no por ello iban a impedir la gestación paulatina de un impresionante palmarés Pegaso en 1as más prestigiosas cronometradas de montaña.

Como el excelente segundo puesto absoluto conquistado por Joaquín Palacio en la clásica «Vue des Alpes» tras el Ferrari V12 oficial del célebre piloto y escritor suizo Hans Ruesch en julio de 1953, pocas semanas después del espantoso percance de Juan Jover en Le Mans.

 

LE MANS, 1953: ¿HUBIESE TRIUNFADO PEGASO SIN EL PERCANCE DE JOVER ... ? (Resultados de la carrera)

10 de junio de 1953. El alba sorprende a la expedición Pegaso en plena actividad, abandonando su distinguido alojamiento en Chateau de Grand-Lucé, a una treintena escasa de kilómetros al sureste de Le Mans. Instantes más tarde, un par de realizaciones inéditas formalizarán orgullosamente su entrada en el célebre recinto de La Sarthe. Acento hispano. Bandas rojas, destellos de marfil. El número 28 corresponde al príncipe de Metternich y al intrépido Juan Jover. Con el dorsal 29 van a alinearse Julio Reh y el probador oficial Joaquín Palacio.





Joaquín Palacio irrumpe en Le Mans lavantando una oleada de admiración, al volante de su inédita barqueta Touring «Superleggera» BS/2.8 alimentada por compresor


priori, el ingeniero Ricart planeaba afrontar la prueba francesa con sendas versiones «bi-torpedo» (identificable en la imagen contigua durante un ensayo de velocidad punta en la recta Tona-Vich). Pero el insólito «Bisiluro» había quedado materialmente inutilizable pocos días antes de la cita, a raíz de un incendio fortuito en las instalaciones de La Sagrera.

De ahí que un par de «barchettas» Touring con carrocería «superleggera» y motor BS/2,8 litros con compresor hubiesen sido precipitadamente ultimadas en Italia con miras a las 24 Horas.

Una vez en pista, y pese a una puesta a punto relativamente precaria, los Pegaso pronto causaron viva impresión entre una respetable concurrencia, merced a su inusitada estabilidad y una rapidez excepcional.

La presencia española no tardaría en sumir el curso de los entrenamientos bajo un clímax de auténtica expectación. Ya en la edición de 1949, primera de la posguerra, Juan Jover se había adjudicado meritoriamente la segunda plaza absoluta en esta prueba, formando equipo con el galo Louveau, tras 24 horas de incesante lucha a los mandos de un Delage.

Jover-Loveau iban a finalizar a una vuelta escasa del Ferrari 166 M triunfador, comandado por Luigi Chinetti y Lord Selsdon, al término de una carrera que vería alzarse con el 4º puesto de la general a otro español: Paco Godia, quien compartía con Louis Gerard el volante de un Delage similar.

Juan Jover poseía, pues, una dilatada expenencia en los anales de Le Mans, y sus tiempos con el Pegaso nada tenían que envidiar a los cronos de los mejores Jaguar, incluidos los futuros vencedores Tony Rolt y Duncan Hamilton, firmemente secundados por Peter Walker y Stirling Moss.

Pero las pretensiones hispanas se resquebrajaban brutalmente en vísperas de la carrera, tras sufrir Juan Jover el accidente más aparatoso de su expediente deportivo, impactando contra las protecciones cuando marchaba a más de 200 por hora en las inmediaciones de Tertre Rouge. Únicamente un bisturí milagroso sería capaz de salvar la maltrecha pierna izquierda del piloto catalán de una amputación aparentemente irremediable.

Con su mejor piloto debatiéndose entre la vida y la muerte, un vehículo siniestrado y los persistentes problemas de frenado aquejados por el equipo superviviente, Wifredo Ricart hacía público un doloroso «forfait».

Pegaso nunca llegó a competir realmente en las 24 Horas. Sin embargo, a tenor de los cuatro récords mundiales consecutivamente logrados por Celso Femández tres meses más tarde en Jabbekke con una barqueta BS/2,8 litros similar, en relación con los mejores registros de velocidad instantánea atribuidos a los más cualificados adversarios de Pegaso en la vertiginosa recta de Les Hunadières, treinta años después, la incógnita sigue en el aire:

¿Hubiese triunfado Pegaso sin el percance de Jover?

 

JABBEKKE, 1953: LA VORÁGINE DE LOS RECORDS

25 de septiembre de 1953. Una estela solitaria surca rauda la autovía que a diario enlaza Gante con Ostende. Brisa atlántica, perfume de ansiedad. Una silueta blanca desgarrando vertiginosamente la planicie litoral. Un duelo sordo contra el aire y los cronómetros. Tan sólo el silbido frenético de un furioso compresor. Un Caballo Alado con galope de metal. El tramo decisivo, la línea fatídica, el hito crucial. El flamante récord de Jaguar podría hoy quebrarse al fin. Relojes en vilo. El tiempo en un puño, la incertidumbre de la espera. Muecas radiantes, albores de júbilo. El miedo perdido. Arrebato triunfal. La estilizada barqueta BS/2,8 de Celso Fernández acaba de cubrir el kilómetro lanzado a un promedio récord de 243,079 kilómetros hora, proyectando la tecnología española al primer plano de la actualidad internacional. Un intrépido Pegaso Z-102 es en estos instantes...

¡El Deportivo Más Rápido de Mundo!

 

JABBEKKE
 NUEVOS RECORDS
 ANTIGUOS RECORDS
(Autovía Gante-Ostende)
 (Septiembre 1953)
 (Abril 1953)
Vehículo Pegaso Z-102 BS/2.8 Jaguar XK 120 «type C»
Especificaciones 2.816 cc (compresor) 3.442 cc (atmosférico)
Piloto Celso Fernández Norman Davis
Kilómetro salida parada 138,996 km/h 119,40 km/h
Milla salida parada 159,121 km/h 139, 10 km/h
Kilómetro lanzado 243,079 km/h 238,88 km/h
Milla lanzada 241,602 km/h 237,64 km/h

 

Desde la sonada presentación mundial del Z-102 en el Salón de París de 1951, los automóviles Pegaso habían cosechado todo tipo de premios, galardones, copas, trofeos menciones de honor imaginables en el curso de una campaña apoteósica, desarrollada en tomo a los más prestigiosos y representativos congresos automovilísticos del momento: desde el Salón de Ginebra hasta el monumental «World Moto Show» en el Madison Square Garden de Nueva York, pasando por el «London Earl’s Court», Turín, Deauville, Connecticut...

Tal vez los formidables Z- 102 jamás habrían concurrido a una manifestación de velocidad pura, si una nefasta racha de fatalidades, comenzando por el incendio fortuito del primer «Bisiluro» y finalizando por el terrible accidente de Jover, no hubiese truncado lánguidamente un posible resultado clamoroso en Le Mans.

Pegaso jamás dispuso de ningún vehículo escrupulosamente concebido para esta modalidad. Pero la repercusión de un récord mundial de la clase «Sport» obtenido con un mecánica relativamente próxima a la serie no dejaba de revestir cierto interés especial, como sustancioso argumento publicitario con miras a la inminente apertura del Salón d París.

Una tarjeta de presentación hartamente significativa, habida cuenta del adversario a batir. Nada menos que Jaguar. Una marca camino de conseguir en Le Mans la friolera de 5 victorias absolutas... ¡en poco menos de 6 años!

Todo comenzó el 11 de septiembre con un ensayo cronometrado a cargo de Celso Femández y Pablo de Metternich, dinámico príncipe alemán de madre española expresamente desplazado a Barcelona para la ocasión, designándose como marco de la experiencia la inmensa recta que enlaza las poblaciones catalanas de Tona y Vich.

Entre los autos seleccionados figuraba una barqueta Touring BS/2, sobrealimentada, con ligeras modificaciones respecto a las versiones «superleggeras» aparecidas meses antes en Le Mans (supresión definitiva del escape lateral) y a primen vista idéntica a la configuración empleada por Joaquín Palacio en la «Vue des Alpes».

Pero el auténtico protagonista de la jornada va a ser sin duda el inevitable «Bisiluro», con motorización BSS/2,5 animada por dos compresores. El Pegaso más original de cuantos se hayan conocido.

Pese a las limitaciones «naturales» del escenario, con el tramo de lanzamiento habilitado en plena curva un margen de frenada insuficiente las perturbaciones aerodinámica generadas por los enormes plátanos que bordean la calzada, y un paso a nivel seccionando radicalmente en dos la longitud practicable de la recta, Celso Fernández rubricaría con el «Bisiluro» un alentador promedio de 226,415 km/h, situándose el príncipe de Metternich en las inmediaciones de los 210 por hora con el Spyder Touring.

Dos semanas después, tras una breve escala de pruebas en el anillo de Monthléry y con el galo Grignard sustituyendo, ocasionalmente, al príncipe como piloto suplente de la expedición, el desafío final va a tener lugar en la vertiginosa autovía de Jabbekke, bajo el cronometraje neutral del Royal Automobile Club de Belgique.

Lamentablemente, en el momento decisivo cunde la alarma. El «Bisiluro» falla. El motor se resiste acoger vueltas. Celso Femández no llegará a culminar siquiera el primer intento. Una bujía defectuosa acaba de sembrar el pánico. Un electrodo se ha desprendido de repente, perforando irremisiblemente el pistón. Todo depende, pues, del coche de reserva. La sufrida barqueta BS/2,8 de 250 CV con compresor especialmente carrozada por Touring para Le Mans.

Celso se instala raudo al volante, situado ahora a la izquierda y no a la derecha como en la Tona-Vich: ¿A raíz quizá de los ensayos preliminares realizados el día anterior con la calzada abierta todavía al tráfico ... ? (No olvidemos que en Bélgica, corno en el resto del continente, se circula por la derecha.)

Bastarán tres intentos. Un cronómetro contundente. El propio Ricart va a acudir personalmente a París para estrechar la mano firme de Celso Femández. Cuatro nuevos récords acaban de ser homologados en el Libro de Oro de la FIA...

¡Pegaso ha batido a Jaguar!


 




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Re: Pegaso
« Respuesta #2 en: Dom, 11 Septiembre 2005, 12:09:55, pm »
Pegaso en competición (II)



Poco después de haber finalizado en Europa el Plan Marshall, abre sus puertas el Salón del Automóvil de París. Es el año de 1951 y por vez primera hace su aparición el automóvil español Pegaso. La industria nacional ha lanzado un auténtico gran turismo, un coche que va a marcar una época de la automoción en nuestro país. El Pegaso va a revelarse como un fuera de serie y para confirmar la admiración por él causada, Wifredo Ricart, su creador va a introducirle en el mundo de las carreras. Ello no tendrá lugar hasta 1953. Durante tres años, los deportivos alados van a competir en numerosas pruebas, tanto en España como en el extranjero y en todas ellas dejará constancia de su categoría al más alto nivel, venciendo en las más variadas especialidades. Van a ser tres años, que a muchos parecerán un sueño jamás imaginado. De 1953 a 1955 los Pegaso participarán en las competiciones más importantes, siguiendo el ejemplo que en su día dieran sus predecesores los Hispano Suiza.


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AUTENTICAMENTE EXTRAORDINARIO

Pocos son los Pegaso que actualmente permanecen en España. Coches sumamente cotizados por los coleccionistas, han ido a parar en su mayoría a países extranjeros. Menos conocidos aún que los modelos de producción, son los de competición, aquellas espectaculares barquetas carrozadas por Touring y la propia ENASA.

Eran aquellos unos deportivos, símbolo al más alto nivel de una de las más bellas épocas del automovilismo. Las barquetas representaban lo más sofisticado de la exigua producción de automóviles Pegaso (unas 120 unidades), el summun de aquellos autos extraordinarios. Pero no debe olvidarse que las cualidades de los modelos de serie eran tales, que también con ellos corrían asiduamente los clientes de la marca.



REPRESENTATIVO DE UN ESTILO

La importancia de la carrocería en cualquier diseño automovilístico es vital. En los Pegaso, hay un nombre al que se le debe rendir el honor que merece: es el italiano Touring. De su pluma no sólo salieron los coupés que ilustran estas páginas, sino también las barquetas de carreras.

Inspiradas en estas, también ENASA realizó algunas otras barquetas, que se conocerían popularmente como los Spyder Rabassada. Sin pretender relegar a Touring, en cuyos diseños la inspiración era absoluta, no podemos por menos de expresar nuestra admiración por las líneas del Rabassada más puras incluso, si cabe, que las del carrocero italiano.

Igualmente los coupé de Touring Superleggera eran algo fuera de lo común, aunque en competiciones se ilustraron con menos frecuencia que los modelos abiertos. De hecho había pilotos como Joaquín Palacio -hombre clave en el desarrollo de estos coches-, que preferían las barquetas.


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MUY BIEN CALCULADO

Hablar con Joaquín Palacio sobre los Pegaso puede ser apasionante. Para él, hombre que pilotó desde los años veinte los más populares coches de competición, los Pegaso "eran divinos". Eran mejores que cualquier otro, mejores a su juicio incluso que los Jaguar D.

Los Pegaso no se rompían. El motor arrojaba un rendimiento suficiente y el cambio era lo suficientemente sólido para transmitir la potencia sin complicaciones, aunque se le diera un trato duro.

El motor de ocho cilindros en V tenía dos árboles de levas en cabeza por cada línea de cilindros e iban accionados por cascada de engranajes. Las válvulas llevaban muelles dobles y las de escape iban refrigeradas por sodio, refinamiento poco común.

Los motores, salvo en su cilindrada, sólo cambiaban en el sistema de alimentación. Lo más usual eran uno o cuatro carburadores dobles Weber, en combinación con el compresor.

Las cilindradas iban de 2.500 a 3.200 c.c. Y sus potencias se situaban entre los 225 y los 350 CV. Es de señalar que el bloque y la culata eran en aleación ligera de aluminio. La lubricación era por cárter seco.

El cambio de cinco velocidades tenía el eje primario hueco, a través del cual pasaba el aceite y se distribuía a los puntos vitales. Es de señalar que iba acoplado al diferencial autoblocante ZF y, junto con los frenos, formaba un bloque en el tren posterior.



LA ESTABILIDAD, SU MEJOR VIRTUD

Según Palacio, el Pegaso "se aguantaba de delante" y en ello estribaba una de sus principales diferencias frente a sus competidores. Tenía un excelente poder direccional y una estabilidad excelente. La suspensión delantera incorporaba dobles triángulos con amortiguadores hidráulicos y barras de torsión longitudinales. La trasera recurría al eje De Dion, tan en boga en su época, con amortiguadores hidráulicos y barras de torsión transversales.

Al hablar del punto débil de los Pegaso, todos saben que eran los frenos. La bomba y los tambores (estos de aluminio) no eran suficientes para las altas velocidades que desarrollaban, "pero iban como rayos".

Lamentablemente con el paso de los años dejarían de fabricarse, cuando ya habían alcanzado un perfecto grado de puesta a punto, gracias a sus constantes participaciones en carreras y a las largas pruebas que se realizaban.


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TRES AÑOS DE VICTORIAS Y ESPERANZA

Al hablar de las participaciones de Pegaso en competiciones, debe decirse que su terreno favorito eran las carreras en cuesta. En España, Francia y Suiza lograron brillantes resultados desde 1953 hasta 1955.

Pasado un primer período de puesta a punto, se pensó correr en las 24 Horas de Le Mans de 1952. La idea fue postergada al año siguiente. En principio se iban a participar con el bisiluro, para hacerlo finalmente con dos barquetas. En los entrenamientos, los tiempos de los Pegaso estaban al mismo nivel que los de los Jaguar C (futuros vencedores). Desafortunadamente Juan Jover sufrió un grave accidente y Ricart decidió abstenerse de participar. No se sabía si Jover salvaría la vida y además Ricart no quería participar con un solo coche.

Por fin, el 8 de julio de 1953 se alcanzó un resultado de relieve. Palacio corrió la "Vue des Alpes" en Suiza y logró el segundo mejor tiempo de los 140 coches de sport participantes, tras el Ferrari de Hans Ruesch. Tras él se clasificaron un Talbot Le Mans, un Ferrari, dos Jaguar 3,4, un Alfa 2,3, etc.

Poco después, el 11 de septiembre, en la carretera de Tona a Vich, Celso Fernández alcanzó con el bisiluro una velocidad de 226,4 k.p.h. Con una barqueta Le Mans, el príncipe de Metternich consiguió una cifra bastante aproximada. Fueron a continuación a Bélgica a hacer pruebas. En la autopista de Grande a Ostende, en Jabekke, Celso Fernández con la barqueta 2,8 (en el bisiluro una bujía rota había dañado un cilindro), estableció cuatro récords internacionales: un kilómetro con salida parada al promedio de 138,9 k.p.h.; la milla con salida parada a 159,1 k.p.h.; el kilómetro lanzado (a continuación del de salida parada) a 243,0 k.p.h. y la milla lanzada a 241,6 k.p.h. Se habían batido los récords de Jaguar.

Las subidas iban a ser a partir de ese momento el campo de predilección de los Pegaso, aunque también hicieron algún rallye como el Cataluña y el Sables d'Olonne. La Faucille, la Rochette, el Col Bayard, la Rabassada, Perdices, Los Leones, Galapagar, etc., les verían participar con éxito. Rudy Bay, Paco Godia, el conde de Caralt, Romero Requejo, Julio Reh, el príncipe de Metternich, Antonio Creus, Celso Fernández, Polo Villaamil, etc., corrieron asiduamente con ellos. Debe destacarse la intensa actividad de Joaquín Palacio, que corrió con los Pegaso veintidós carreras internacionales. De ellas ganó diez y ocho, fue segundo en una, sexto en otra y las dos restantes las acabó en el hospital.

La última participación oficial de un Pegaso en competición fue en la Subida al Puerto de Los Leones en 1955, que ganó Palacio. Ahí acabó todo, aunque los deportivos Pegaso seguirían fabricándose hasta 1957.


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EL DOMINICANO

Una de las participaciones de Pegaso que más expectación causó fue la de la Panamericana de 1954.

Fue una idea de Trujillo, el presidente de la República Dominicana. Había comprado un Pegaso, el llamado "Rosa de té" (un 2,8 con compresor) y Joaquín Palacio fue el encargado de entregarlo. Manolo Valdés, el embajador, les presentó y Palacio comentó a Trujillo que no le gustaría morir sin haber corrido la Panamericana.

Palacio tomó un avión y llegó a Méjico 24 horas antes de la salida.

En un principio se colocó en cuarta posición. Pronto fue cogiendo confianza, hasta colocarse tercero, después de ganar la etapa Oaxaca-Méjico. Las posibilidades de Palacio eran grandes, pero un grave accidente en la etapa Méjico-León dio al traste con todo. Al final de la larga recta, en la que con los desarrollos más largos se rozaban los 300 k.p.h., Palacio no pudo abordar una curva en ángulo recto y se salió por derecho. El coche hizo una espectacular cabriola y voló durante largos e interminables metros, para acabar cayendo por un barranco. Cuarenta kilómetros antes había cargado 310 litros de gasolina. Cuentan las crónicas que apenas se detuvo el vehículo se originó una tremenda explosión; el coche se incendió y quedó completamente destruido. Palacio quedó colgado en un gran cactus con diversas lesiones, siendo trasladado posteriormente al hospital, donde inició su recuperación. La carrera fue ganada por los dos Ferrari de Maglioli y Hill.



PROYECTADO PARA LE MANS

Un modelo muy poco conocido fue el bisiluro, que Ricart diseñó para participar en las 24 Horas de Le Mans de 1953. Este coche se caracterizaba por su carrocería con el puesto de pilotaje en el lado derecho, en un carlinga de pequeñas dimensiones, cuyo fin era ocupar el menor espacio posible.

El objetivo del ingeniero Ricart con este Z-102 B "Especial Competición" era retrasar la posición del motor todo lo posible y conseguir así un equilibrio óptimo. Igualmente se buscaba el mejor rendimiento aerodinámico y una buena estabilidad a alta velocidad. Con el motor 2,8 sobrealimentado este coche alcanzaba los 270 k.p.h.

Es curioso señalar que para respetar los reglamentos de Le Mans, Ricart acondicionó una plaza para un pasajero, tapada con una trampilla como luego se haría en el Jaguar- D. Tenía también un pequeño parabrisas escamoteable y un maletero posterior, en el que se situaba la rueda de repuesto.

Desafortunadamente, un incendio retrasó su construcción y no pudo tenerse a punto para Le Mans, haciendo posteriormente, con Celso Fernández al volante, las pruebas de velocidad de Tona a Vich.

Este coche tenía un peso de 1.000 kilos y una notable longitud de 4,49 metros con una anchura de 1,88. Sin duda, fue el Pegaso más original de todos los que se construyeron.


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EL BISILURO Y LAS BARQUETAS DE  COMPETICIÓN: HISTORIAL

Aunque muchos clientes de Pegaso  participaron en diversas carreras tanto nacionales como internacionales, estos son los vehículos destinados específicamente por la marca para la competición. Puedes hacer click sobre el nombre del modelo para ver su historia








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Re: Pegaso
« Respuesta #3 en: Dom, 11 Septiembre 2005, 12:20:30, pm »
Hola compañeros
El mejor coche de fabricación nacional este Pegaso
Os dejo un enlace donde encontrareis mas información de este coche y tiene un álbum de fotos que es alucinante espero que os guste un saludo


https://www.pieldetoro.net/z/pieldetoro/0pegasodetal.asp?ID=18



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Re: Pegaso
« Respuesta #4 en: Dom, 11 Septiembre 2005, 14:06:39, pm »
Pues no los conocía pero parecen bien bonitos.....si es que los españoles cuando hacemos algo lo hacemos Bien ;)
Un Saludo.
S, R y GS



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Re: Pegaso
« Respuesta #5 en: Mar, 13 Septiembre 2005, 14:00:42, pm »
yo no estaria tan seguro , lo que es aqui con los camiones pegaso no nos fue tan bien , tanto es asi que en el rubro camiones se decia "que para arruinar un colega regalale un pegaso", con decirles que cuando pegaso españa instalo su armadora el año 1974 y produjo el 1065 ,el gobierno de pinochet  muy amigo de franco los vendio con credito gubernamental, que hasta el dia de hoy los compradores no lo han pagado, quedando todavia mas de algun camion sobreviviente
                              con respeto, nos vemos , chao




los autos, espectaculares, ahi no digo nada.